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En la librería

Abril 02, 2018 748

Antes de hacer este relato, deseo aclarar algunas ideas:

Hace muchos años una mujer, frecuentemente me hablaba por teléfono y me parecía simpática, agradable.

Al poco tiempo tuve la oportunidad de conocerla, y desde el instante en que la vi, me pareció desagradable, grosera, como para estar de ella lo más lejos posible. Entendí que los humanos nos comunicamos y nos “mostramos” como somos de varios modos, por ejemplo, hablando, pero también con nuestra imagen, o sea nuestros gestos, expresión, apariencia, actitud, etc.

El romanticismo nos cuenta historias que generalmente tienen un final trágico. Intentaré contar una historia romántica, pero con un final feliz.

La mayoría comienzan cuando dos personas se conocen, hablan, se frecuentan y al poco tiempo se enamoran. Tampoco seguiré ese modelo. Contare una historia donde dos personas se enamoran cuando se ven en sólo unos minutos, luego se conocen, un poco más, hablando.

Esta es la historia: Él estaba en una librería viendo libros usados sobre una mesa. El encargado del local estaba en la puerta conversando con una mujer. Sonó el teléfono de la librería, y al mismo tiempo que el librero entró apresuradamente para atenderlo, el joven salió y se encontró frente a aquella mujer. Los dos se quedaron inmóviles, mirándose a los ojos. La mujer tendría su misma edad, era joven y bonita, pero muy discreta, pelo corto, sin mucho maquillaje, ropa muy sencilla. Lo que al joven le atrajo, fue su mirada y la expresión de su cara. No hablaba, pero decía un sinfín de cosas dulces, afectuosas. Sus ojos eran transparentes, claros, hermosos, reflejaban cariño. Y su boca perfecta, una tenue sonrisa de placer. Toda ella parecía decir: me siento muy bien, me place verte, Él tenía idéntica expresión. Lo que se había generado era la “apertura de ambos corazones” y ambos decían lo mismo: te amo, quiero estar a tu lado. Era el encuentro de dos almas gemelas. El calor de los ojos derritió la barrera de lo material para permitir la contemplación de las almas que se identificaron entre sí. Luego de unos minutos en que ambos se sintieron tan unidos, se acercaron y comenzaron a hablar. Pero lo principal ya estaba “dicho”.

- Hola, mi nombre es E

- Hola, el mío J

- ¿Caminamos o preferís tomar un café?

- No, mejor caminemos.

- …

- …

Arq. Eduardo Cavallaro