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Las experiencias

Junio 18, 2020 991

Trabajando para una gran empresa multinacional, me encomendaron que me ocupara de la remodelación a nuevo de una plaza céntrica. El trabajo sería una donación de la empresa al gobierno de la Ciudad. Yo contraté a un famoso arquitecto paisajista, quién realizó un anteproyecto que me llamó mucho la atención.

La propuesta era una “plaza seca”, el 50% eran caminos peatonales adoquinados y la superficie verde estaba elevada unos 70 centímetros aproximadamente de los caminos con muros de contención. De tal forma que esas superficies de césped, flores y arbustos se podían ver, pero no transitar.

En mi ignorancia le pregunté al arquitecto porque proponía ese tipo de diseño. Él me respondió lo siguiente, me dijo: “una plaza es un lugar público donde acceden muchas personas adultas y chicos, a veces con perros. Se usa sin ningún tipo de cuidado, por lo cual es necesario hacer un mantenimiento continuo. Hay que calcular que, si el costo de hacer toda la plaza a nuevo es de 2 millones de pesos, se va a necesitar mínimamente otros 2 millones anualmente para mantenerla”.

Después de algunos años, cuando ya me había olvidado de todo este tema, tuve la siguiente experiencia. Mi oficina estaba ubicada sobre el frente de un edificio en la Av. H. Yrigoyen frente a la plaza del Congreso. En una oportunidad vi como tres grandes camiones repletos de plantines de “lazos de amor” estacionaron y unas 20 personas con pico y pala removieron la tierra en una superficie de aproximadamente 20x100m. donde existía muy poco césped y en muy mal estado. A continuación, pusieron uno a uno todos los plantines y recién al final del día terminaron el trabajo. Al día siguiente, a primera hora de la mañana, varios perros callejeros, al ver la tierra revuelta, con sus patas traseras la removían despidiendo y arrancando los plantines. A medio día habían “desaparecido” una gran cantidad y a última hora del día más de la mitad. Antes del fin de semana, quedaban en su lugar, sólo algunos plantines. Fue entonces cuando me acordé lo que había propuesto el Arq. Paisajista. Si esos plantines hubiesen estado en grandes canteros elevados del paso peatonal como para que los perros no tuviesen acceso, hubiesen prosperado muy bien y hubiesen sido una hermosa imagen verde.

Esa experiencia no la olvidé jamás y la usé en mi vida personal y profesional. En un jardín, en una obra de arquitectura, en un automóvil, o en cualquier objeto, siempre hay que tener en cuenta el costo inicial y su mantenimiento.

Aprendemos de las experiencias (y mucho más si son dolorosas) que con lo que leemos o con lo que nos dicen.

Arq. Eduardo Cavallaro