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Cuando Javelock Ellis y un equipo de los mejores científicos de la NASA estudiaron el planeta Tierra con el mismo rigor con que lo habían hecho con Marte llegaron a la hipótesis Gaia.
Descubrieron con asombro que nuestro planeta había conservado una temperatura apta para la vida durante millones de años, mientras el calor del sol había variado de tal forma que de haber llegado directamente hubiera calcinado la Tierra varias veces y por el contrario también se hubiera convertido otras tantas en un pedrusco totalmente congelado. La atmósfera y otros escudos reguladores han evitado que esto suceda.
Teniendo en cuenta que el simple hecho de cocinar una torta requiere de un control para obtener buenos resultados y de una intervención inteligente, salta a la vista de que “algo” o “alguien” hace lo mismo a otra escala con nuestro planeta.
Otros hechos llamaron la atención de los estudiosos: la constante proporción de las sales de los océanos inexplicable por el aporte constante de sal por medio de la desembocadura de los ríos y la rara mezcla de los gases de la atmósfera, cuyas propiedades son únicas.
La conclusión a que llegaron es que EL PLANETA TIERRA ES UN SER VIVO, DOTADO DE INTELIGENCIA PROPIA y que la evolución de la vida está encadenada de tal modo que fue la aparición y desarrollo de los vegetales lo que generó la atmósfera respirable para los animales.
El Hombre así es el último invitado a la fiesta de la Vida. Viene cuando todos los demás han preparado el banquete, las guirnaldas y todas las bebidas y comidas lo están esperando.
Sin embargo apenas llegado se comporta como un ebrio descontrolado golpeando y matando a quienes lo agasajan, destruyendo los manjares, saqueando la cocina y el depósito de víveres.
Su capacidad destructiva es tal que no sólo afecta al presente sino a todas las futuras generaciones.
La hipótesis Gaia nos hace pensar en que los antiguos no estaban tan equivocados al venerar a la diosa Gaia, o Pachamama, como la llaman nuestros pueblos quechuas.
Es hora de volver a temer la ira de la diosa; todo ser vivo defiende su derecho a sobrevivir: unos pocos cambios destinados a este fin no van a significar el fin de la raza humana, pero sí pueden ocasionar una gran mortandad.
Tal vez esto ya está sucediendo ¿no llama la atención la frecuencia de los terremotos?
Es hora de volver a respetar a todo ser vivo como sagrado, es hora de pensar y de sentir que toda la vida es una y que envenenar y agredir el planeta es perjudicarnos a nosotros mismos.
Trabajamos con esperanza para este cambio que ya está sucediendo y necesitamos del aporte de cada uno de ustedes para difundir y poner en práctica esta nueva visión.
Lic. Adrián Tucci