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El telefonito

Febrero 20, 2020 749

Un día, una niñita invitó a su abuelo a jugar con el celular al XX22.

El abuelo le dijo que no tenía ni idea de cómo se jugaba al XX22. Entonces la niña le preguntó si cuando él era chiquito no jugaba con el telefonito. El abuelo le contestó:

- Si…si…cuando era chiquito jugaba con un amiguito que se llamaba Juancito con un telefonito que hacíamos con dos latitas de conserva y un hilo encerado de no más de 10 metros. Cada uno con una latita y el hilo bien estirado. Yo hablaba dentro de la mía, el hilo vibraba y Juancito escuchaba (supuestamente) lo que yo decía.

- ¿Pero no tenían celular? Repuso la nieta

- No solo no teníamos celular, sino que muy pocos teníamos teléfono fijo.

- ¿Y cómo se comunicaban?

- No sé, supongo que personalmente. La comunicación era con los vecinos. Todos en la cuadra nos conocíamos y nos saludábamos. Recuerdo que a la mañana nos poníamos el delantal blanco y con algún amiguito de la cuadra nos íbamos caminando a la escuela. A la tarde, después de almorzar, salíamos a la puerta a jugar. La puerta de calle quedaba abierta y ninguna mamá nos cuidaba. En la cuadra no había autos, debíamos ser 10 nenes y otras tantas nenas. Las chicas jugaban a las escondidas, a la rayuela o a saltar la soga. Los chicos a la pelota, o con los autitos de plomo sobre una pista que dibujábamos con tiza en el pavimento, en la calle. A media tarde entrábamos para tomar la leche y hacer los “deberes”, luego escuchábamos por la radio a “Tarzán” o “Poncho Negro”. A la noche: “¡Que pareja!”, “los Pérez García” y el “Glostora tango club”. La excepción era cuando hacía mucho calor. Todos los vecinos salían a la vereda con una silla, los hombres compartían una cerveza y las mujeres el mate. Los chicos jugábamos a cazar los bichitos de luz. En realidad, la calle era el patio del barrio. Hoy es muy distinto, es el estacionamiento de todos los autos. Yo conozco a cuatro personas de la cuadra y saludo a dos. En casa estamos con el celular, televisión o la computadora. Con ellos nos comunicamos con todo el mundo, aún sin verlos ni conocerlos.

­La nieta quedó sorprendida por lo distinto que había sido todo.

- Si, y te extrañarías mucho más si te cuento como era la niñez de mis padres en su pueblo en Italia. Cada 70/100 años las costumbres, la tecnología, la cultura… todo, cambia mucho.

- ¿Y cómo serán las cosas cuando yo tenga nietitos y sea viejita?

- Eso nadie lo sabe. Algunos dicen que todo va a ser muy feo. Yo creo que va a ser muy diferente y espero que sea más lindo de lo que es hoy. Tus nietitos se lo merecen.

El abuelo se quedó preocupado y pensando. Recordó todo lo que hoy se habla del deterioro del medio ambiente y deseó fervientemente que sus descendientes puedan jugar, a lo que sea, pero jugar, porque es lo que los niños deben y necesitan hacer. Nadie puede predecir el futuro, pero lo que sí se puede es trabajar para que sea el mejor posible.

Arq. Eduardo Cavallaro